martes, 27 de octubre de 2009

Diseño inteligente

Creo que casi todos en algún momento de nuestra vida hemos pensado que el cerebro humano es realmente lo mejor del universo, o al menos del mundo. Y más de alguno maravillado ante la complejidad de nuestro organismo habrá asumido que solamente un diseño inteligente sería capaz de lograrlo. Bueno cada uno es libre de creer lo que quiera, pero conforme más se estudia sobre los procesos evolutivos que nos han dado origen vemos que no es del todo correcto afirmar tal extremo.

En verdad somos producto de procesos de evolución natural, y estos no tienen algo parecido a un propósito o un fin dentro de la concepción que tiene el hombre de estos. Más bien actúan reactivamente a los impulsos de su ambiente, lo hacen en tiempo presente, no ‘pensando’ a futuro. La naturaleza más bien se basa en adecuación, y cuando se dice esto, se está hablando realmente remiendos que hace esta de los recursos existentes para adaptarse a las nuevas circunstancias que surgen. Los procesos evolutivos no parten de cero siguiendo un plan trazado previamente, sino que se van dando a partir de las condiciones a las que los organismos se enfrentan.

Entonces como humanos no es que tengamos el mejor diseño posible, sino que somos producto de la suma de respuestas a situaciones anteriormente presentes. Y no solo nosotros los somos, de hecho cada ser viviente en el universo es la culminación de infinitas reacciones a infinitas circunstancias. Que en el proceso los hombres hayamos desarrollado inteligencia y luego tomado conciencia de nuestra existencia, es algo meramente incidental.

Por otro lado si de verdad hubiéramos sido fruto del diseño inteligente, deberíamos funcionar de la mejor manera para el propósito que fuimos creados o las funciones que estamos destinados a realizar. Un simple recuento de nuestras actividades demuestra lo contrario. Por ejemplo, nuestra memoria no está diseñada como la de una computadora o incluso como un simple archivo, pese a que nuestras actividades diarias nos exigen un alto grado de precisión en lo que recordamos. Así mismo el lenguaje con el que nos comunicamos no es un código de comunicación universal y mucho menos perfecto, sino que igualmente ha ido evolucionando. Además al afirmar que hay un propósito o una función determinada implicaría cierto grado de rigidez, contrario al dinamismo que vemos en la naturaleza.

Parece que es menos romántico afirmar que no tenemos un diseño inteligente y direccionado, sino que más bien somos la suma de muchos remiendos que ha hecho la naturaleza para adaptarse a nuevas circunstancias, pero cada vez nos damos cuenta que así es. Incluso pensaría alguien que es deprimente decir que no somos superiores (evolutivamente hablando) a un rinoceronte, una mariposa o incluso un geranio del jardín. Porque hay que reconocer que estos también son la culminación de sus respectivas respuestas a situaciones pasadas.


Un respetado evolucionista ha dicho que incluso tomando en cuenta nuestros logros como humanos no pasamos de ser un afortunado error. Bueno desde mi perspectiva yo más bien diría que somos un muy afortunado accidente.

lunes, 19 de octubre de 2009

El Misterio de la Moral

Bueno y Malo. Estos son dos conceptos que nos han acompañado desde que somos niños, y que de seguro lo harán hasta que terminemos nuestros días en este mundo. Son palabras tan cotidianas que estoy seguro rarísimas veces las cuestionamos, son de los conceptos que tomamos como dados y los cuales aplicamos ya sea de manera consciente o inconsciente en los incontables juicios de aprobación y desaprobación que realizamos diariamente. Así desde pequeños nos familiarizamos con frases como “los niños buenos, se portan bien”, “eres una buena persona”, “no hagas eso, es malo”. A partir de entonces nos apropiamos de dichos conceptos y empezamos a formular valoraciones en estos términos. Incluso durante la infancia solemos darle atributos morales (bondad-maldad) a animales u objetos inanimados. Si un perro no nos ladra y se muestra cariñoso, decimos “¡Perro Bueno!”; o incluso “¡Puerta Mala!” si nos golpeamos con una. Cuando crecemos nos vamos dando cuenta que aparte de dicha valoración personal, parecieran existir sistemas o códigos morales generales que las personas suelen atender y difícilmente nos lo podemos explicar.

Así que ante todo esto nos preguntamos, ¿Qué es el bien?, ¿Por qué es bueno?, ¿y lo malo?, ¿Qué lo hace ser malo?, ¿Por qué debemos hacer el bien y no el mal?, ¿Cómo se formaron los sistemas o códigos morales?, y ¿Por qué la gente los sigue?, estas son las grandes preguntas que constituyen el Misterio de la Moral, y a las que busca responder la ética. De ella se ha dicho que es una ciencia, un estudio, o una disciplina, pero más allá de una simple denominación es la búsqueda de los fundamentos necesarios para respondernos dichas interrogantes. Como es obvio habría tantas respuestas a estas preguntas como individuos se las hagan, sin embargo en líneas generales existen cuatro líneas teóricas del origen de la moral.


La primera y por lejos la más difundida es la que afirma que los actos son buenos o malos por voluntad divina, sea esta de un único Dios o varios dioses. Ciertos actos son de su agrado, otros de disgusto, y por ende serán premiados o castigados. Así en función de esto los hombres deberían actuar esperando una reacción de acuerdo a la voluntad divina que a la vez es arbitraria e independiente a ellos. Sin embargo esta teoría tiene algunas dificultades teóricas. Surgen preguntas como ¿Son el bien y el mal ajenos a Dios?, y si así es ¿pre existen a la divinidad? ¿O Dios es la medida de lo bueno, y lo malo su ausencia? ¿Ausencia en qué sentido? ¿Cómo el hombre procediendo de Dios podría actuar mal? ¿Cómo justifica un dios bueno el castigo de los malos? ¿Cómo conoce el hombre la voluntad de la divinidad? Y si se puede ¿qué pasa con aquellos que no se enteran?


Por siglos los teólogos han tratado de responder estas preguntas y al parecer seguirán mucho tiempo en ello sin llegar a un conceso aún entre ellos.


Luego hay otra línea que es la afirman muchos autores que afirman que tenemos un sexto “sentido moral”, o bien que podemos conocer lo bueno y lo malo por “intuición” directa. Lo que no deja de inquietar pues implicaría ya sea la existencia de una moral objetiva independiente a la que el hombre puede acceder por este sentido. O que cada persona tiene una intuición subjetiva y de carácter relativo, lo cual no explica la existencia de las reglas de aplicación general que vemos en la sociedad.


En tercer lugar están los escépticos o nihilistas éticos que pretenden considerar las reglas o juicios morales como un producto innecesario de la superstición. Pero esta posición no es consistente y pocas veces es sincera. Niega la necesidad de un código moral y aboga por la anarquía ética, lo cual como es evidente imposibilitaría la convivencia en sociedad.


Por último hay una teoría que establece que nuestro código moral es el producto de una evolución social gradual similar a la del lenguaje, los modales o el derecho consuetudinario y como ellos ha crecido y evolucionado a manera de satisfacer las necesidades de paz, orden y cooperación social.


Esta última postura es la que aborda de manera especial Henry Hazlitt, en su libro “Los Fundamentos de la Moral”, donde además explica las otras líneas teóricas. Esta obra constituye a mí parecer una lectura imprescindible para todo aquel que busque introducirse en el estudio de la moral, porque además de estar escrito de manera clara y comprensible ofrece una perspectiva diferente de lo que estamos acostumbrados a encontrar en esta área.


Como diría Arthur Schopenhauer, predicar la moral es fácil lo difícil es encontrarle fundamentos. Así que para hablar honestamente de moral y ética primero hay que buscar los principios en los cuales basaremos nuestros argumentos.


Por ahora debido su extensión no ahondare en ninguna de estas teorías éticas, pero dado que es uno de mis temas favoritos en el futuro me gustaría explicar y comentar estos distintos puntos de vista que hay respecto de la moral.

jueves, 15 de octubre de 2009

El Contradictorio Derecho Laboral


Hay un dicho que sabiamente dice, “de buenas intenciones esta pavimentado el camino al infierno”, es decir que con fines benévolos, o aparentemente buenos, muchas veces se realizan acciones cuyas consecuencias son perniciosas o incluso contradictorias a los objetivos que quieren lograr o las personas que se quiere ayudar. Esto suele suceder por el desconocimiento de las verdaderas causas que originan el problema que se necesita solucionar. O bien por caer en el error de precipitarse a resolver emocionalmente y no acorde a la razón, una situación que nos molesta o juzgamos como negativa. Como estudiante de derecho me he dado cuenta que las leyes son unos de las formas más comunes de incurrir en esta costumbre; y dentro de ellas hay una categoría que resulta más que obvia: el “derecho laboral”.


Este mal llamado “derecho” (porque en realidad es una necesidad; el verdadero derecho sería el de libertad de acción) tiene como fundamento la protección del trabajador y supone que hay una relación desventajosa entre el empleador y el empleado. Partiendo de dicha premisa asume como finalidad la equiparación de lo que dentro de una lógica materialista-histórica se le llama medios de producción, es decir el trabajo y el capital. No sobra decir que sus orígenes están en la segunda mitad del siglo XIX y que no es coincidencia que su discurso este impregnado de la teoría de la “lucha de clases” donde la sociedad se encuentra dividida antagónica e irreconciliablemente.


Si dejamos de lado las situaciones donde su defensa tiene un origen perverso, es decir que se explica porque se usa como un medio para conseguir prebendas o privilegios y nos enfocamos en los escenarios donde se defiende por una ´buena intención´ nos podemos dar cuenta de lo contradictorio que resulta. Dicha contradicción se debe en principio a la reducción que se puede hacer de toda la legislación laboral - y a la que ningún laboralista se opondría - es decir que las leyes de trabajo buscan mejorar las condiciones de vida y de prestación de servicios del trabajador. Pero la forma en que se busca realizar dicho fin es mediante la coacción muchas veces asfixiante de la fuente de dicho empleo, en otras palabras el empresario que crea plazas y contrata trabajadores. Vemos que por decreto se aumentan salarios más allá de su nivel real, se establecen trabas que impiden la movilidad laboral, se obliga a las empresas a otorgar beneficios a los trabajadores a costa de la productividad, etc, etc, etc. . (Resulta increíble que pese a no ser tan complicado muchas personas aún se rehúsen a aceptar que las empresas no son bolsas de dinero sin fondo.) Lo único que se logra con ello es reducir el margen de ganancia, a veces incluso tornándolo en perdida, lo cual tiene como consecuencia dejar de hacer atractiva dicha inversión y se detiene la creación de más y mejores empleos. Entonces todas las mejoras que se habían logrado resultan ser una ilusión porque a largo plazo dichas dependen de la existencia de una empresa que las otorgue.


De lo anterior podemos deducir que mientras mayores sean las intenciones de mejorar las condiciones del trabajador pero se utilice medios coactivos para lograrlo se llegara a un punto donde la empresa que ofrece el empleo deja de ser rentable y dicha plaza desaparecerá, con la consecuencia de la disminucion de calidad de vida del ahora desempleado. En ello radica la contradicción. Un hecho que tiene - como decía antes- su origen en una grave deficiencia de conocimiento, en este caso de los principios económicos que permiten el desarrollo.

Así mismo suele haber personas que justifican dicha contradicción asumiendo como ejemplo de su aplicación exitosa el caso de Europa, donde las empresas siguen existiendo a pesar de tener una de las legislaciones laborales más estrictas que existen. Es cierto, pero dichas personas no ven que para llegar a tales niveles tuvieron que pasar por un proceso de desarrollo económico que fue posible gracias a la libertad de contratación. Fue solo después que dichas economías crecieron y tuvieron los recursos necesarios que se pudieron dar los beneficios que sus trabajadores gozan hoy. Si cuando los países europeos estaban al nivel de desarrollo de los nuestros hubieran tenido su legislación laboral actual es seguro que no habrían logrado tal progreso. Por muy estricta que sea una ley o mucha fuerza tenga el estado esto no se daría si no fuera posible para las empresas pagarlo. En otras palabras ningún gobierno o ley podría exigirle a un grano de trigo que alimente un regimiento.


Lo anterior deriva en otra contradicción. Las leyes que la Organización Internacional del Trabajo, insiste en aplicar para beneficiar a los países en desarrollo, no son más que leyes de fomento a la pobreza. Y no sería un error calificar a dicha agencia internacional como una de la causas más importantes del mediocre crecimiento economico de muchos de esos países. Estos aceptan sus normativas temiendo represiones políticas o de negación de asistencialismo, otro gran error, a costa del desarrollo sostenible a largo plazo.

Más allá de todo lo que se pueda decir de esto en economía, teoría jurídica, o política y que llenaría tratados y enciclopedias. Me gustaría resaltar el aspecto que mencionaba al principio, la intencionalidad. Me parece importante porque el problema no radica en esta, ya que no podríamos negar que es loable desear el bien a los demás. Incluso comparto el deseo de mejorar la condición de vida de los trabajadores, pero creo que no se debe hacer por los medios que propone el derecho laboral. Aún más, no me opongo a que alguien individualmente en su empresa decida aplicar las políticas que los laboralistas proponen, siempre y cuando de la misma manera sea él quien corra con los costos y asuma responsablemente las consecuencias de sus acciones. Lo que sí es un problema, y demasiado grave, es que se pretenda convertir dicha intención en una obligación imperativa para todos los empresarios, por medio de la coacción estatal. Lo que nos hace reflexionar en el tipo de sistema que permite que se den estos atropellos a la libertad individual, y que esta lejos de limitarse a lo laboral. En resumen el problema de la legislación de trabajo surge de querer hacer de la intención (aún si es benévola) algo obligatorio para los demás incluso en contra de su voluntad. Y esto a su vez tiene origen en un mal entendimiento de los fundamentos de la libertad y la democracia.


Finalmente hay que decir que la mejor legislación laboral es aquella que tienda a devolver a trabajadores y empresarios su libertad de acción, que ha demostrado ser más eficiente que toda las leyes vigentes. Por lo mismo en nuestro país, si es que de verdad se quiere avanzar, urge una reforma a la legislación de trabajo y en general una depuración seria de leyes, decretos y reglamentos que aunque bien intencionados son solo contradicciones a los fines que pretenden lograr.

domingo, 11 de octubre de 2009

De Apagones


Parece que los hombres nos hemos acostumbrado tanto a los avances de la tecnología que muchas veces solo nos damos cuenta de su verdadera importancia cuando la perdemos. Por ejemplo, hoy noche de domingo en un país llamado Guatemala nos hemos quedado sin energía eléctrica. A las cinco y media de la tarde y al grito de ¡Se fue la luz! en muchos hogares se anuncio la interrupción de este servicio. Es posible que muchas personas estuvieran descansando, ya sea leyendo, viendo televisión, o como en mi caso tomando una siesta después del almuerzo. A algunos quizás los sorprendió en un mall, en algún restaurante o peor aún en un asesor. Desconozco las causas de este apagón, pero sobra decir que no sorprende con el vulnerable sistema eléctrico del país unido a la fuerte lluvia de la tarde. Sin embargo, aparte de haber estropeado los planes, quizás tuvo algunos efectos positivos. Por ejemplo en mi casa aprovechamos para reunirnos en familia a hablar de cuanta cosa se ha podido, acompañados de café y champurradas. Claro está luego de haber buscado todos los medios de luz posible (candelas, veladoras, lámparas, etc.) Además estos apagones son una perfecta ocasión para salir a ver la estrellas o contar historias de miedo especialmente si hay pequeños en casa. Pero también es una excelente oportunidad de recordar el estado natural del hombre, es decir que lo anormal no es que se haya ido la luz, sino que lo aún más extraño es que exista energía eléctrica. Hoy tenernos muchísimas mayores comodidades que cualquier rey del siglo XVIII, y vivimos infinitamente mejor que el hombre de las cavernas. Y todo esto no es casualidad sino que es consecuencia del trabajo individual de muchas personas, que persiguiendo sus fines personales han hecho posible que tengamos todas las comodidades que hoy gozamos. Termino esta reflexión con un agradable aroma a lavanda y antes de que se acabe la batería de esta computadora.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Atreverse a Cuestionar

El hombre es un ser extraño. Es posible que muchos no se den cuenta de ello o no les importe, pero igual el hombre sigue siendo un ser extraño. Es cierto que piensa, que habla, que camina erguido, que tiene sentimientos, que vive en sociedad, pero nada de ello es lo que le hace ser especial. Muchos animales poseen dichas características sin llegar a distinguirse de los otros que han habitado nuestro planeta o que pudieran existir en otros mundos. Lo que hace diferente al hombre y que luego derivará en su esencia, es su desarrollada capacidad de cuestionamiento.


Desde el momento en que el hombre adquiere conciencia de la realidad comienza a cuestionarla. Uno de los ejemplos más fehaciente de ello son los bebes y niños, que jamás paran de hacer preguntas, con ellas buscan formar en su mente las estructuras necesarias para explicar el mundo que les rodea. Desde esa edad las preguntas ¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Quién? ¿Por qué? ¿Para qué? Pasan a formar parte esencial de nuestra existencia pues con ellas articularemos el conocimiento necesario para entender la realidad. Es interesante observar que estas palabras son comunes a todos los idiomas y culturas. Lo más importante en ellas es que buscan una respuesta que satisfaga un estado de insatisfacción intelectual, pero a la vez hay que reconocer que el hecho mismo de reaccionar ante un hecho cuestionándolo, es algo fascinante. Es en este proceso de búsqueda de conocimiento donde surge la lógica y la razón, como consecuencia de la relación del hecho cuestionado, su respuesta y la realidad en que existe. Entonces la razón, como el resultado de ese proceso inquisitivo, surge como esencia del ser humano y su distinción de los demás animales.

Analógicamente podríamos decir que las preguntas son como caminos que pueden conducir ya sea a las expresiones mínimas del conocimiento o a la comprensión de temas de carácter sumamente específico. Sin embargo como consecuencia paradójica de este proceso lo que hacemos constantemente es aumentar nuestra ignorancia, puesto que al incrementar nuestro grado de conocimiento lo que hacemos es expandir el horizonte de hechos que podemos conocer, cuestionar y por consiguiente ignorar. Si pudiéramos decir que cada pregunta es una puerta lo que haríamos al abrirla es encontrar otras puertas, y detrás de estas otras, así hasta el infinito. Lo cual representa que cada vez somos más ignorantes, pero ello implica algo positivo puesto que en cada momento que esta aumenta, incrementamos en potencia nuestra capacidad de conocer.

Como he dicho ante un hecho podemos reaccionar cuestionándolo, pero no es la única forma de hacerlo. Tristemente, hay otras maneras de encarar la realidad y el conocimiento. Un hecho también se puede ignorar, es decir obviar su existencia y seguir la vida de largo, como si no tuviese importancia, lo que a veces puede suceder dada la cantidad de conocimiento existente y lo limitado de nuestra vida y tiempo disponible. Pero aún peor es encarar un hecho simplemente aceptándolo como dado, decir que es así porque sí. Renunciar a la explicación es renunciar a la realidad. O lo que es igual, aceptar un dogma, es adoptar una respuesta sin haber trabajado por ella. Una aceptación dócil lo único que significa es cobardía, es el reconocimiento de la incapacidad propia. En resumen lo único que hace quien encara así la realidad es desistir a su capacidad de cuestionamiento, es deliberadamente renunciar a la razón, es volverse estúpido.
Decía que es triste, puesto que muchos humanos al crecer tienden perder esa capacidad de cuestionamiento y se convierten en seres conformistas e infelices. Con esto hemos perdido infinidad de respuestas, inventos y explicaciones que enriquecerian nuestra vida. Afortunadamente existen personas que se atreven a cuestionar su realidad y el hecho de que hoy vivamos mejor que hace cinco mil años es debido a hombres y mujeres que trabajaron por resolver sus propias inquietudes. El conocimiento que hoy guardan nuestras bibliotecas indefectiblemente surgió de este proceso. Hoy no viviríamos como lo hacemos si no hubiera habido gente que se atreva a cuestionarse, que se atreva a responderse, a confrontar sus creencias con la realidad. Usar la razón y salir de la zona cómoda no es fácil, e implica que actuemos diferente, que resistamos críticas, pero conlleva la satisfacción del conocimiento.

Como resumen diría que ante la realidad hay quien reacciona aceptándola dócilmente o dogmáticamente, y quienes la cuestionan de manera lógica y racional. Ahora la pregunta a responder es ¿existen hombres y 'bípedos parlantes' que dicen llamarse 'hombres’?




Por lo pronto:




¡Sapere Aude! ¡Atrévete a Saber!




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Sirva esta entrada como inauguración de este blog. Espero que sea un espacio donde pueda compartir mis propias preguntas, pero sobre todo como homenaje a mi mala memoria y necesidad de guardar mis recuerdos en un lugar más seguro.
Nota: Despues de haber publicado esta primera entrada me doy cuenta de lo útil que es compartir las opiniones. Las personas que la han leido y comentado, me han hecho pensar y meditar más acerca del tema. Así que ahora he de rectificar una postura. He dicho que la razón se deriva de la capacidad de cuestionamiento, sin embargo para poder cuestionar (ahora lo veo) antes se presupone una capacidad de analizar la realidad. Por lo que entonces la capacidad de preguntar surge como consecuencia del razonamiento. Me parece importante aclararlo, aunque no modifica el fondo del ensayo que es resaltar la importancia de la capacidad de cuestionar la realidad.